Hoy es día de preparación. Mañana empezará la acción.
Siempre antes de la acción hay un “pre”. El “previo” siempre determina lo que se lleve a cabo. La verdad es que poco pensamos en el “antes”.
El evangelio de hoy nos sitúa en las preparaciones. Judas da por perdida la causa de Jesús. No coincide con sus expectativas de triunfo y poder, e intenta sacar alguna rentabilidad de sus “pérdidas”. Prepara contactos y estrategias.
Los discípulos se ofrecen a preparar la cena de Pascua, tan importante para el pueblo judío. Pero están pendientes de lo que diga su Maestro. Tienen claro que es Jesús quien dice cómo y dónde. Los discípulos ni se plantean otra forma de celebrarla sin lo que diga Jesús.
También, en cierta manera, Jesús se prepara para lo que va a venir. La Verdad ha guiado su vida y no tiene miedo en afrontar su profunda tristeza por la primera pérdida importante, su comienzo de Pasión. Unos de los suyos, le vende. Su dolor no es tanto por Él, sino por ese discípulo que ha frustrado el amor que Dios le ha manifestado través de Jesús, en tantos momentos, con tanto cariño, con tanta intimidad.
Hoy, en nuestro aislamiento, tenemos que descubrir nuestros “pre”. ¿A qué estamos pre – dispuestos? Nunca queremos perder. No queremos que nos digan lo que tenemos que hacer. No renunciamos a nuestras expectativas. No queremos cambiar nuestras ideas, incluso la que tenemos de Dios.
Sin embargo, Jesús está predispuesto a perder. A perder todo. A perderse Él mismo en las manos de su Padre. Por perder, perderá hasta la vida.
Nos invita a prepararos, a predisponernos. Dios va a pasar por nuestras casas confinadas, y nos dice que es ahí donde quiere que, con Él, celebres Su Pascua, su paso de la esclavitud a la libertad, del engaño a la verdad, del ganar a perder.
Y nos enseñará que sólo perdiendo el miedo a perder, encontraremos al Dios que lo llena todo, que lo transforma todo, que lo libera todo.