Somos invitados gratuitamente, por pura gracia de Dios, puro amor del Padre. Fue Jesús, con su sangre, quién nos abrió esta posibilidad. Invitación a una fiesta. Es una gracia, una invitación; no se puede comprar este derecho. Hay que formar comunidad, compartir todo lo que tenemos- las virtudes, las cualidades que el Señor nos ha dado- en el servicio de unos por otros. Requiere estar disponibles para lo que el Señor nos pide y no pedir caminos especiales para entrar en el pueblo de Dios que camina hacia la eternidad (5-11-2013).