En los momentos de tristeza y abatimiento, cuando todo parecía perdido, San Juan Pablo II no perdió la esperanza, porque su fe y su esperanza están puestas en Dios. Para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz. San Juan Pablo II, como digno hijo de polonia, recorrió este camino. Lo siguió de manera ejemplar, recibiendo de Dios un despojamiento total. Por ello «su carne descansa en la esperanza. ¿Y nosotros? ¿Estamos dispuestos a seguir ese camino? San Pedro, también con la voz de San Juan Pablo II, os dice: «Comportaos con temor durante el tiempo de nuestra peregrinación» ( 1 P1, 17). Es verdad, somos viandantes, pero no errantes. En camino, pero sabemos a dónde vamos. Los errantes no lo saben. Somos peregrinos, pero no vagabundos, conocí a San Juan Pablo II (4 – 5 – 2014).