Dios nos ha mandado llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto. Pero este administrador daba de comer a sus hijos tan sucio. Se comienza con un pequeño soborno, pero es como la droga. Después viene el otro y el otro: y se termina con la enfermedad de la adicción a los sobornos, un pecado muy grave porque va contra la dignidad. Esa dignidad con la que somos ungidos con el trabajo (8-11-2013).