“Uno de los signos distintivos de nuestra cultura es convertir los deseosen derechos”
Viernes 24 de noviembre.
Toda una comunidad educativa, el Patronato de la Juventud Obrera (PJO), se prepara para la visita de su arzobispo, el de Valencia, D. Enrique Benavent. Ya se sabe, ante una autoridad de tan alta alcurnia, la espera se convierte en expectación. Llega la hora de la convocatoria y no aparece nadie. De pronto, con toda la tranquilidad, sale del interior de las oficinas del centro y comienzas con humildad, casi con cierta vergüenza, a saludar a la gente congregada ahí. Se había presentado unos minutos antes sorprendiendo a propios y extraños. Un pastor que desea estar con su pueblo va siempre por delante, haciéndose eco de sus urgencias y necesidades. La tarde comienza bien, porque este hombre, que lleva apenas un año como arzobispo de Valencia, transmite sencillez a raudales, una tranquilidad que alimenta y transmite quietud. A las 7 de la tarde comienza la misa. El evangelio no puede ser más preciso y actual, no sólo para la Iglesia, sino para todas las instituciones de la sociedad: “En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: ‘Escrito está: Mi casa es casa de oración; pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos”. Monseñor Benavent tuvo la inteligencia de asumir estas palabras desde la realidad educativa, desde la vida de un colegio, desde el corazón de las personas docentes. Jesús nos anima a que, en nuestros espacios de vida, donde trazamos nuestros pasos, no perdamos la ilusión, la autenticidad de la misión ejercida. ¿Por qué educamos, por nuestros intereses? ¿Respetamos el templo de las diferentes misiones que tenemos que desarrollar? Y como Iglesia, ¿somos fieles al evangelio, o mercadeamos con nuestros principios? Esta lectura la hizo suya cuestionándose por el fin último de su papel como arzobispo y pastor. Al finalizar la eucaristía Benavent dio una conferencia sobre la relación entre la educación y la cultura actual y cómo esa relación ha producido el alejamiento del cristianismo de una parte importante de la sociedad. El cristianismo ha dejado de ser el eje cultural principal llevando consigo problemas a la vez que oportunidades.
Varias fueron las reflexiones que trazó con sencillez, expresando verdades como puños, siempre dese una argumentación filosófica clara y directa, con un lenguaje constructivo, nada condenatorio, asumiendo lo que hay, pero sin perder la esperanza. Comenzó con la diversidad de tareas que tiene que llevar a cabo la Iglesia. La misión de Jesús en el mundo es compleja, de ahí la diversidad de carismas que se asientan en el corazón de las diferentes aristas y sensibilidades de la sociedad. Por ello, la Iglesia no es entendible ni asumible si se la desliga de la realidad educativa porque pueden dar a conocer a Jesús, evangelizando, educando. El papel de la escuela católica es clave para alimentar el mensaje de Cristo en el mundo. En ocasiones, es el colegio donde un alumno escucha por primera vez el nombre de Jesús y de su Iglesia. La educación tiene que atender a dos objetivos: el primero, el nivel académico, competencial y diario; el segundo, abriendo el corazón de los niños para que se abran a la trascendencia que es una de las dimensiones humanas más importantes que existen. Para ello, Benavent recurrió a una frase de San Juan Bosco: “Todo lo hice por amor”. Dado que es el amor el fundamento de Dios, la educación tiene que partir de la base del horizonte dado de la evangelización. Tenemos un referente para llevarlo a cabo y es Jesús como modelo perfecto de persona. Es en Él y desde Él donde vamos a educar porque los valores evangélicos son los más humanos que existen. ¿Por qué Jesús es el modelo perfecto? Jesús encarna todo aquello de lo que no podemos prescindir, lo que nos humaniza y necesitamos para realizar una vida plena, con sentido y significado. En todo ello, la presencia de la escuela resulta crucial porque puede ser la institución que realice el primer anuncio.
Ahora bien, encontramos una dificultad que no podemos esconder y que tenemos que afrontar como una oportunidad nueva: la sociedad actual se ha alejado de Dios. La secularización se ha desarrollado hasta el final. La frase de Nietzsche “Dios ha muerto” cobra, en parte, su fuerza y preponderancia en la vida contemporánea. Llegados a este punto y situando a la escuela como uno de los principales activos de evangelización en un ambiente hostil, planteó una de las preguntas clave que van a influir en el futuro de la escuela católica y cristiana en España y en Europa: ¿Qué criterios siguen los padres a la hora de elegir un centro educativo? ¿Dónde quedan los motivos religiosos? Sabemos que la vivencia de la fe en las familias queda hoy muy lejos. Ellas han dejado de ser las transmisoras de la fe, de ahí la importancia de las escuelas católicas, siendo conscientes que la dificultad es mucho mayor porque la mayoría del alumnado llega a su etapa escolar desconociendo la figura de Jesús y de la Iglesia. Todo lo que conocen está mediatizado por los medios de comunicación y por las redes sociales. ¿Por qué hemos llegado a esta situación? ¿En qué cultura estamos viviendo de la que todos somos partícipes de alguna u otra forma? El primer rasgo de la cultura actual, a juicio de Benavent, es la separación entre tres órdenes que tienen que ir unidos: el del conocimiento, el moral y el estético. Eso que se hace, ¿es bueno? Aquí estamos ante el núcleo significativo de las relaciones sociales y de la forma de concebir la vida. ¿De qué forma? Respondiendo a una regla básica: los deseos se convierten en mis derechos. Aquello que quiero tiene que tener una respuesta, debe ser realizado, con independencia de si aquello que deseo es bueno para mí y para la sociedad. El ejemplo de Benavent fue claro: el aborto. Un deseo disfrazado de derecho obviando la eliminación del eslabón más débil de la creación. Sin más ni más. Recomendó para comprender esta lógica cultural un libro: Mi deseo es la ley de Grégor Puppinck.
Para finalizar, describió el otro rasgo que define a la cultura de nuestros días: el relativismo. Sus palabras destilaban el aroma del Papa Benedicto XVI, el Papa de la razón y de la verdad, ya que hoy aceptamos que no existe una verdad válida para todos renunciando a hallarla. Una de las salidas será aunar fe y razón: tenemos que dar razón de nuestra fe, no como una quimera, sino como lo que nos define en esencia y propiedad. Todo ello sólo será posible si seguimos la insistencia con que Francisco orienta todos los problemas: evangelio, evangelio y evangelio. Enrique Benavent, algo más que un obispo, un pastor que de forma sencilla acompaña a su rebaño en las vicisitudes tan complejas de nuestro tiempo.
José Miguel Martínez Castelló
Coordinador de la Pastoral del colegio Sagrada Familia. Patronato de la Juventud
Obrera (PJO) de Valencia