LEMA PASTORAL 2025-2026
“SEMBREMOS ESPERANZA”
Un colegio está dentro de la historia. No se puede vivir de espaldas a la realidad. Gregorio Gea, el fundador del Patronato de la Juventud Obrera, se atrevió a leer los signos de los tiempos, dar respuesta a las necesidades con las que vivió y ser un referente y un signo de esperanza para muchos niños que andaban y vagaban sin dirección ni destino.
Deberíamos preguntarnos cuáles son nuestras necesidades más apremiantes. Parémonos a pensar de forma detenida. Estamos iniciando el curso y es preciso que nos paremos, que analicemos dónde estamos y qué nos ha pasado últimamente para encontrar, desde el evangelio de Jesús de Nazareth, el camino y el sentido de nuestras vidas.
Tenemos que reconocer que el curso pasado ocurrieron demasiadas cosas. No podremos olvidar el 29 de octubre de 2024. En nuestra retina y en lo más profundo de nuestra alma se encuentran todas y cada una de las personas que partieron hacia Dios dejando sus vidas en la riada. En cambio, no podemos olvidar las familias que siguen viviendo en condiciones de miseria y penuria. Sin embargo, y de ahí la razón última del lema de este año, la Dana de barro y lodo nos enseñó que la fuerza del amor, del compañerismo, de la ayuda mutua, son invencibles. Ante una catástrofe que imaginamos irrecuperable, de pronto, personas jóvenes, de centros educativos y colegios de todas partes, se unieron, se ayudaron y se comportaron como una sola alma. Es en las tragedias donde se reconoce al hermano. Y es en estas situaciones donde emerge uno de los anhelos y sueños más importantes de los seres humanos: la esperanza. Uno de los términos del lema. Prosigamos para acabar de entenderlo.
Junto con la Dana, estos meses hemos asistido a un agravamiento de las guerras en el mundo. No sólo Ucrania o Gaza están en conflicto. Hay más de 50 países en el mudo que están enfrentados y luchando hasta la muerte. Este panorama, y otras razones, hicieron que el Papa Francisco, que nos dejó el pasado 21 de abril, otro acontecimiento importante, declarara el Jubileo 2025 con el reto de un poco de esperanza a través de la alegría de la fe del evangelio. Su lema para este año tan importante es: peregrinos de esperanza.
Al mismo tiempo, el pasado 8 de mayo la Iglesia eligió a un nuevo Papa, León XIV. Desde el primer día está insistiendo en que todos y cada uno de nosotros tenemos que ser artífices y facilitadores de la paz. ¿Qué mejor manera desde nuestro colegio de llevar a cabo proyectos en los que se siembre esperanza? ¿Es posible? ¿Sin la juventud cabe acaso preguntarse por un mundo mejor que el que tenemos? Sembremos esperanza parte del convencimiento de que todos y cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior un don, un talento que nos hace buenos, pero debemos desarrollar y trabajar, no para mí mismo, sino para los demás.
El colegio es el espacio, la realidad idónea para liderar la creencia de que podemos cambiar la historia. ¿No hizo Jesús, precisamente, eso? Nuestra tarea es seguir sus pasos: “Id y anunciad el evangelio”. Se anuncia una nueva forma de vivir, de tratar con los demás, a nuestros compañeros, en los mismos patios. Sí, tenemos que convertir nuestros patios y nuestras aulas en espacios no sólo de convivencia, sino de verdadera fraternidad. Sólo desde ahí podremos sembrar esperanza.
Sembremos esperanza implica llevarlo a cabo. Ser activos, no sólo de palabra, de teoría, sino encarnarlo y llevarlos a todos nuestros ámbitos. Jesús insiste en la relación entre “la siembra” y “el fruto”. Sembrar requiere de trabajo, de responsabilidad, de cuidado y atención. Actuemos sembrando y sólo desde dicha disposición podremos recoger los frutos. Para que podamos disfrutar de una fruta, de una hortaliza, se deben completar muchos procesos que requieren de algo fundamental: tiempo. Éste tiene que ser vivido de forma diferente, con una inspiración humana que busque la defensa de la dignidad de cada persona. Dignificar es la condición de posibilidad de la esperanza en el mundo. Depende de ti, y de ti, y de ti, también.
La felicidad es concebida en el mundo actual a partir de la capacidad que tenemos de consumir, de hacernos con cosas que, por definición, caducan, pasan por nuestra vida sin tener ningún efecto. No traspasan nuestro corazón. La tristeza y el sin sentido que vivimos hoy viene porque las puertas a las que nos acogemos están vacías. Jesús, en la última cena, en la despedida con sus discípulos fue muy claro; nos dejó una fórmula sencilla, pero profunda que tiene que presentar como la brújula y la guía de nuestra acción: “Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos” (Mateo 15, 10-11).
Los amigos a los que se refiere Jesús son tus compañeros de clase, tu amigo que juega contigo en el patio, que te ayuda y espera; es la persona que en clase se queda fuera de los grupos porque le cuesta integrarse y tú, como amigo, haces que esté con los demás; el amigo de Jesús es tu hermano, tu profesor, tus padres, tus iaios, tus vecinos que los ves a diario y que no los valoras por la mera costumbre de verlos. La llamada de Jesús es la llamada del amor fraterno para que la humanidad se empape de lo verdaderamente importante y deje de lado la guerra y la violencia.
Por tanto:
SEMBREMOS ESPERANZA PARA AYUDAR A QUIEN LO NECESITE
SEMBREMOS ESPERANZA PARA ESCUCHARNOS
SEMBREMOS ESPERANZA PARA QUERERNOS
SEMBREMOS ESPERANZA PARA QUE NADIE SE QUEDE SOLO
SEMBREMOS ESPERANZA PARA QUE CUMPLAMOS EL MANDAMIENTO DE AMOR DE JESÚS
SEMBREMOS ESPERANZA PARA QUE CONSTRUYAMOS UN MUNDO DE FRATERNIDAD Y HERMANDAD
SEMBREMOS ESPERANZA.